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El 25 de enero de 1819 entraba Ana María, con gozo de su alma y de sus padres, en el Hospital de Cervera, llamado de Castelltort. Decía la regla del santo Hospital: “Cuidarán de ayudar, servir a los enfermos y consolarlos procurando mirar en ellos la misma persona del Señor...”

VOCACIÓN

A los 16 años, Ana María Janer había entendido que nuestro Señor la quería Hermana de la Caridad... Ana María observó, con los ojos del alma, las actitudes, las manos estropeadas por el trabajo y el amor que movía el corazón de las Hermanas de la Caridad... Ella había entendido, ya desde su infancia, el amor de Dios y tuvo de Él una constante y fuerte experiencia. Se sabía amada de Dios y de cuantos la rodeaban. Este doble amor era para ella como el don de un único amor y una íntima llamada a devolver amor por amor...

Proyecto de una vida que eligió entregarse a Dios en la persona de los hermanos. Vida que encuentra sentido únicamente desde el amor, desde la mirada del corazón que penetra el misterio de Dios presente en cada hombre, especialmente en aquellos que más sufren.

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